Los siguientes testimonios orales que se muestran, han perdurado a través de los años, fueron transmitidos de generación en generación por familiares y amigos. Revelan vivencias que tuvieron mujeres y menores de edad durante y aún después de la Guerra Social Maya.
Algunas de estas narraciones se han retomado de textos publicados y otras más han sido documentadas en campo. Todas éstas, muestran la historia de la guerra desde otra perspectiva.
Gregoria Peña Canul, 85 años1
Habitante de Yaxley, Quintana Roo México
Sus abuelos vivieron en la época de la Guerra Social. Ella nació en la década de los 30 y quedó huérfana. Aplicó las enseñanzas de sus abuelos y padres para sobrevivir.
“Cuando nuestros padres murieron quedamos huérfanas y comenzamos a buscar entre la selva raíces de árboles, tubérculos y diferentes hojas y semillas para sobrevivir del hambre […] comíamos solo una vez al día, porque no teníamos nada para comer. A veces comíamos aves que no tenían carne pero las preparábamos para sobrevivir, luego con ello preparábamos deliciosas comidas como: X pipian, síiklip’aak, tabi’ koj y raíces de papaya silvestre endulzadas con miel”
• • •
Higinio Kauil Pat, 83 años y Mamerto Kauil Pat, 77 años2
Descendientes de Jacinto Pat, Quintana Roo, México
Su abuela fue Romana Pech. Ella recordaba que al final de la guerra, cuando era jovencita, había “mucho dolor y mucha violencia en esos días.”
“Los waches [militares] y los tsules [blancos] montaban a las personas como si fueran caballos, quién sabe qué hacía la pobre gente ante esos actos. Los waches sólo hacían maldades a la pobre gente, les quemaban sus milpas y mataban a la gente esas malas personas.”
“Los mayas teníamos que escapar constantemente de los soldados, nos escondíamos en el monte para no ser descubiertos […] Un día me capturaron y me llevaron a Cozumel, allá donde llevaban a todos los que huíamos.”
Romana Pech contó a sus nietos que “una vez que atraparon a un joven que estaba corriendo cuando le dispararon, y herido se lo llevaron a Cozumel. Ese era el sobrino de Jacinto Pat, su nombre era Crescencio Pat.”
“Cuando estábamos cautivos uno de los soldados me preguntó ¿Tienes marido? Y yo le dije que sí, ¿cuál de estas personas es tu esposo? Y le señalé al joven herido ¿Es cierto lo que dice esta señora? le tomé la mano a Crescencio para que me creyeran los soldados.”
“Nuestra abuela Romana Pech solía contarnos historias acerca de la guerra, ella conoció todas estas historias porque lo vio y lo vivió.”
• • •
Abundio Yamá, 96 años3
Habitante de Señor, Quintana Roo
“[Los militares] mataban a nuestras mujeres [mayas] y las violaban, quemaban nuestras casas y nuestros plantíos”
• • •
Isabela Cahum Poot4
Habitante de Sacalaca, Quintana Roo, México
En mi solar hay una cueva, mi suegro [descendiente de los fundadores del pueblo] cuenta que “Los soldados vivían en la cueva y salían de ahí con sus fusiles.”
• • •
Silvina Moh descendiente de migrantes mestizos, oriundos del sur de Campeche5
Habitante de San José Palmar, Distrito de Orange Walk, Belice
Su abuela Carlota migró desde el sur de campeche, para escapar de la violencia de la guerra, en compañía de su familia
Ella platicaba que la gente huía de la guerra, mandaba a su familia para protegerse en el monte. “Nosotros salimos con tías, primos y otros familiares rumbo a Belice pero todos murieron en el camino, sólo logramos llegar con vida mi hermana y yo, a la aldea Trinidad. Teníamos entre doce y trece años aproximadamente.
La aldea Trinidad era un lugar en el que se refugiaron los mayas y sólo se hablaba maya, nosotras no entendíamos nada. Nuestra travesía no fue fácil quedamos huérfanas y desamparadas, dormimos muchas noches en el monte sin hacer ruido para que no nos descubrieran. Sólo teníamos una muda de ropa que se fue desgastando y rasgando, hasta podía ver la piel de mi cuerpo. Llegamos a lugares que eran ajenos y extraños, tampoco hablábamos ingles. Tuvimos que adaptarnos y empezar una nueva vida.
Su nieta Silvina Moh cuenta que Carlota narraba esa historia “con lágrimas en los ojos.”6
Con el tiempo aprendimos a comunicarnos con la gente de la aldea. Me casé con un hondureño de habla inglesa de apellido Velázquez y a pesar de que yo no sabía el idioma logramos entendernos.
Vivimos en San José Yalbac, un lugar de monte alto, en donde nacieron nuestros hijos entre ellos Benita Dolores Velázquez, mamá de quien dio voz a mi historia, de mi nieta Silvina.
Después el lugar fue desalojado por colonos británicos forzando una migración hacia el palmar en donde se fundó el poblado de San José Palmar, en el cual crecieron mis hijos.
• • •
Don Agapito Contreras7
Habitante de Tulúm, Quintana Roo, México
Recuerda lo que le contó su abuela acerca de la guerra:
Ella decía ‘Estuvimos andando en el monte para que no nos maten, porque a todos, principalmente a los indios, nos mataban cuando llegaba la federación […] Todo lo que hacíamos en el monte nos lo quitan. A veces estábamos encampados en el monte haciendo milpita, cuando empieza a crecer el maíz, pasa la federación y socolean todo, todo. Nos quedábamos sin comer; todo lo que comíamos era miel.”
• • •
Esther Puc (fallecida en el 2020)8
Habitante de Tihosuco, Quintana Roo, México
Contaba a sus nietos la historia de su abuela “Después de que mataron a los habitantes de Tihosuco y quemaron todas las casas, tenía a mi bebe y yo andaba escondiéndome porque aún no terminaba la guerra, si me robaban a mis hijos los llevaban a otro pueblo […] yo me andaba escondiendo en el monte para que no me quiten a mis hijos, a uno lo tenía en mi cintura, el otro lo tenía cargado en la espalda y el otro ya caminaba y lo traía de la mano.”
“Salimos de Tihosuco teníamos mucha hambre, mi hijo el más grande [fue a hacer del baño al monte] y cuando regresó dijo que un zorro estaba cerca de él y lo golpeó con una madera. Me preguntó si lo podía cocer porque tenía mucha hambre […] le dije que sí […] mi hijo enterró al zorro para después comérselo. En poco tiempo fue y lo desenterró para ya comérselo porque sentían que se morían de hambre. Al sacarlo, vio que estaba bien cocido con todo y viseras, al partirlo tenía un buen olor solamente que estaba caliente y estaba esperando a que se enfriara para comérselo, eso estaba pensando cuando llegó una tropa hasta donde estábamos y un señor dijo – ¿Qué hace aquí señora? – yo dije que nada y volvió a decir – ¡tú te andas escondiendo! ¡Si quisiera los mataría! Y preguntó – ¿Qué es lo que come tu hijo? dije –señor sólo es un zorro, y se lo arrebataron de su mano y se lo comieron ellos, tenían hambre los malvados y se comieron toda la comida de mi hijo y él se quedó llorando porque no le dejaron nada.”
“¡Vámonos! dijo el señor [de la tropa] y entonces nos llevaron hasta Chikintsono’ot. Cuando llegamos ahí me dijeron -Si te entregas a nosotros, no vas a trabajar solamente vas a mandar a las demás mujeres pero sino, vas a trabajar. Decidí trabajar […] en la media noche me daban media carga de maíz, por la mañana tenía que entregar las tortillas […] tenía que cocer el maíz y después moler en el molcajete. Mis hijos los tenía a un costado de mi y si lloraban los mataban. Yo robaba la tortilla y se lo daba a mis hijos a escondidas, uno de mis hijos murió en ese lugar, con los dos que me quedaron vi como escaparme. Tomé rumbo de donde sale el sol y me dirigí al monte, comiendo solamente raíces de las plantas, así fue hasta que llegué a Chichimila caminando.”
• • •
María de Jesús Chablé Moo, 54 años9
Habitante de Tihosuco, Quintana Roo, México
Mi abuela Salustiana Poot recuerda que «sus padres hablaban de Bravo. Le decían «El Diablo» porque abusaba de su autoridad”
«En un camino blanco que construyeron -quizá hacia Mérida- cuando se veía que Bravo venía por ese camino, se decía que parecía que su caballo «caminaba sobre astillas de vidrio» de lo imponente que se veía.”
Las mujeres tenían miedo, temían… Los militares iban, de pueblo en pueblo, violando a las mujeres. Las mujeres “Sentían miedo cuando platicaban.” Bartolomé dice “la gente piensa que ellas son ignorantes porque no tenían que sentir miedo, pero realmente no sabemos qué fue lo que vivieron esas mujeres que sentían miedo.”
«La vida era muy fuerte, muy fuerte«
“Cuando había que esconderse los hijos sufren [algunos pierden hasta la vida].”
• • •
Antonia Poot Tuz, 50 años10
Habitante de Tihosuco, Quintana Roo, México
Trabaja en el Museo de la Guerra de Castas
Mi abuelo Raymundo Tuz fue de los primeros pobladores del ejido. Es de los pocos que habla español. Él sirvió de intérprete maya-español. Antes vivió en Dzitnup.
Era ranchero alto, de ojo claro, un buen jinete y muy sonriente. Le gustaban mucho los caballos. Tenía un Rancho llamado San Lorenzo.
De niño vivió los últimos años del la guerra… «En los pueblos había puestos de vigilancia, centinelas, en la entrada y salida, en ambos lados del pueblo. Los centinelas se encargaban de ver que no vengan enemigos. Si veían que el enemigo se aproximaba hacían humo o aventaban voladores para dar aviso a los pobladores de que algo estaba sucediendo. Entonces se escondían. Corrían a la iglesia a esconderse, o a tocar las campanas… cuando se escuchaba, se sabe que hay que esconderse.»
Mi bisabuelo recordaba que «a sus tres años le decían: Vámonos Raymundo, !nos tenemos que esconder!.«
«Corrían al monte. A veces no regresaban.Tenían hambre. Sólo veían las luciérnagas, estaban en la obscuridad.«
«Pican los bichos en el monte. No podíamos dormir. La tía de Raymundo le decía: ¡Duérmete, no podemos salir!, No vas a hacer ruido, porque si haces ruido los soldados van a venir por nosotros.»
«La tía tenía hambre pero no comía, lo que llevaba se lo daba a Raymundo.»
«No tienen nada que comer. Buscaban en fruto de los árboles, como el ñame o tubérculos grandes que se cosechaban en la milpa para completar la masa.»
Sufren en ese tiempo.
«En la guerra si no llevas a tus niños cuando huyen, los matan…
Regresas y están muertos. Sólo cuando te los llevan, sobreviven.
No tenían tranquilidad, siempre están en cautela.»
Sintiendo miedo.
«Pensando ¿dónde me escondo?»
>>> Recuperando la memoria
1 Gregoria Peña Canul tenían 85 años cuando fue entrevistada por Marcos Canté en el 2015, véase Christine Kron ed. Últimos Testigos: The Last Maya Rebelión in Yucatán, Munich, Bravia, Hirmer Verlag GmbH, Edición Mul, 2016.
2 Higinio Kauil Pat y Mamerto Kauil Pat, tenían 83 y 77 años cuando fueron entrevistados por Marcos Canté en el 2015, véase Christine Kron ed. Últimos Testigos: The Last Maya Rebelión in Yucatán, Munich, Bravia, Hirmer Verlag GmbH, Edición Mul, 2016.
3 Abundio Yamá tenía 96 años cuando fue entrevistado por Marcos Canté en el 2015, véase Christine Kron ed. Últimos Testigos: The Last Maya Rebelión in Yucatán, Munich, Bravia, Hirmer Verlag GmbH, Edición Mul, 2016.
4 Isabela Cahum Poot, narración registrada en Sacalaca, julio 2018, Quintana Roo, México.
5 Silvina Moh, narración registrada en San José Nuevo Palmar, 12 de diciembre de 2015, Orange Walk, Belice.
6 Badillo Sánchez, Alejandra, Rumbo al corazón de la tierra macehual. La “Campaña Militar de Yucatán contra los mayas” 1899-1904,Tesis de doctorado en Historia. Mérida, Yucatán: Ciesas-Peninsular, 2019.
7 Agapito Contreras entrevistado por Rosado Georgina en junio del 2006 en Tulúm, Quintana Roo. Véase Rosado Rosado, Georgina del Carmen y Chablé Mendoza, Carlos Francisco, en busca de María Uicab: Reina y Santa Patrona de los mayas rebeldes. El nido del fénix: México, 2020.
8 Esther Puc, entrevista de Dzidz Poot Felipe Neri, en Tihosuco, Quintana Roo, 2018. Véase La Casa de los Batabes: Diseño de un recorrido turístico cultural en Tihosuco, Tesis de Licenciatura en Turismo Alternativo, UIMQRoo.
9 Casada con Bartolomé Poot Moo. Narración registrada en julio del 2024, en Tihosuco, Quintana Roo. Sus padres son Venancio Chablé Caamal y Eulogia Moo Poot. Sus abuelos son Gregorio Moo Pat y Salustiana Poot Pat.
9 Narración registrada en julio del 2024, en Tihosuco, Quintana Roo. Nieta de don Raymundo Tuz y María Guadalupe Dzib, quienes tienen cinco hijos: Sofía, Alicia, Narcisa, Manuela y Juan Pablo. Los padres de Antonia son Sofía Tuz Dzib y Mauro Poot Dzib.
Véase Mapa de Memoria viva en donde se georeferencian las narrativas